Albert Speer by Memorias

Albert Speer by Memorias

autor:Memorias
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Biografía, Historia
publicado: 1969-03-02T05:00:00+00:00


CAPÍTULO XXII

DECLIVE

El desarrollo de la producción de armamentos fortaleció mi posición hasta otoño de 1943. Después de haber agotado casi por completo las reservas industriales de Alemania, traté de aprovechar el potencial del resto de los países europeos que estaban bajo nuestra influencia.{234} Al principio, Hitler se resistió a aprovechar totalmente la capacidad industrial de Occidente. Incluso proyectaba desindustrializar los territorios orientales ocupados; decía que la industria fomentaba el comunismo y daba pie a la formación de un estamento intelectual nada deseable. Sin embargo, las circunstancias pronto demostraron ser más fuertes que las ideas de Hitler en todos los territorios ocupados, y él tenía el suficiente sentido práctico para admitir que una industria intacta permitiría abastecer mejor a las tropas.

En términos industriales, Francia era el más importante de los países ocupados. Hasta la primavera de 1943, su capacidad en este sentido apenas nos benefició. El reclutamiento forzoso de mano de obra efectuado por Sauckel nos causó más perjuicios que otra cosa, pues los obreros franceses huían de las fábricas, muchas de las cuales trabajaban para nuestra industria de armamentos, para eludir el servicio obligatorio. Me quejé a Sauckel por primera vez en mayo de 1943. En julio del mismo año, durante una reunión celebrada en París, propuse que al menos las industrias francesas que cooperaban con nosotros quedaran protegidas de la intervención de Sauckel.{235}

Mis colaboradores y yo pretendíamos fabricar bienes de consumo en grandes cantidades para la población civil alemana, como ropas, zapatos, artículos textiles y muebles, sobre todo en Francia, aunque también en Bélgica y Holanda, con el fin de que las fábricas alemanas pudieran dedicarse al armamento. Inmediatamente después de hacerme cargo, en los primeros días de septiembre, de la totalidad de la producción alemana, invité a Berlín al ministro de industria francés, Bichelonne, que era profesor de la Sorbona y tenía fama de ser un hombre eficiente y enérgico.

No sin algunos enfrentamientos con el Ministerio de Asuntos Exteriores, conseguí que el ministro francés fuera recibido como invitado oficial. Para ello tuve que apelar a la influencia de Hitler, a quien dije que Bichelonne no iba a entrar en mi Ministerio por la «puerta de servicio». Así pues, fue alojado en el edificio que el Gobierno del Reich había habilitado en Berlín para sus invitados oficiales.

Además, cinco días antes de que Bichelonne llegara a Berlín hice que Hitler me confirmara que estaba de acuerdo con la planificación industrial a nivel europeo y que Francia participaría en ella con los mismos derechos que los demás países. Tanto Hitler como yo partíamos de la base de que Alemania seguiría llevando la voz cantante también en este campo.{236}

El 17 de septiembre de 1943 recibí a Bichelonne, con el que pronto me unió una relación casi personal. Los dos éramos jóvenes, los dos creíamos tener el futuro en nuestras manos y, por la misma razón, los dos nos prometimos evitar en el futuro los errores cometidos por la generación belicista que actualmente estaba a cargo del gobierno. Incluso habría estado dispuesto a



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